Que una perrita se llame Pepita Banana no es muy frecuente, pero desgraciadamente sí lo es el maltrato severo al que ha sido sometida, para acabar siendo abandonada en condiciones terribles. Una vecina de la almeriense localidad de Berja, avistó a la perrita a través de la valla que cierra el cementerio abandonado que se encuentra en las afueras del pueblo. Sospechó que si la perrita estaba allí era porque alguien hubiese podido lanzarla por encima de la valla, y al conseguir verla a menos distancia, pudo observar un corte muy grave en su cuello. La perrita se encontraba aterrada y famélica, si no recibía ayuda urgente y atención veterinaria, moriría sin remisión.
Fue llevándole alimento regularmente y poco a poco consiguió ir ganando su confianza hasta que logró cogerla para trasladarla a un centro veterinario en el que recibiera asistencia de urgencia. La perrita presentaba un profundísimo corte en el cuello producido por el collar que llevaba, hecho de cuero y trozos de alambre. La explicación de los hechos puede ser tan sencilla, como absurda e indecente: muy probablemente el individuo que se hizo cargo de Pepita cuando era cachorrita, le puso un collar a la medida de su pequeño cuello. Después el tiempo fue pasando y Pepita fue creciendo, pero su collar, no. Cómo sería de grande la indiferencia y la desatención de este tipo hacia la perrita que tenía bajo su responsabilidad, que ni si quiera se percató de que el collar estaba degollando paulatinamente a Pepita, y cuando lo vio, la herida era tan grave que decidió que lo mejor que podía hacer era llevarla hasta el cementerio abandonado que hay a las afueras del pueblo y, cuando nadie le viese, lanzarla por encima de la valla para que quedase allí encerrada y muriese allí por la infección de su herida, la deshidratación, el hambre y la desolación.
Tras ser rescatada, Angélica contactó con El Refugio, nosotros la acogimos y nuestro equipo veterinario continúo con la atención médica y los mimos que han propiciado que hoy Pepita Banana esté totalmente recuperada y deseando encontrar una familia que la adopte para poder comenzar una nueva vida, porque la que tuvo hasta ahora fue “una vida para olvidar”…
“Nos entristece enormemente comprobar que entre todos nosotros habitan individuos que muestran una falta tan grande de respeto y sensibilidad hacia la vida de otros seres, y hacia la propia vida en si misma. Por otra parte, nos sentimos muy felices por haber podido ayudar a que Pepita Banana esté hoy sana y salva. Le hemos puesto un nombre tan alegre para intentar ayudar a borrar su triste y reciente pasado. Si alguien quiere adoptarla, que por favor nos escriba un e-mail a [email protected] ” declaró Nacho Paunero, presidente de El Refugio.
Una vez más, gracias a todos nuestros socios, donantes y voluntarios, es gracias a vosotros que podamos ayudar a tantos animales en apuros como Pepita Banana, a encontrar el camino hacia una vida san, digna y feliz: GRA-CiAS!!