Marisa, una cachorrita de 2 meses, fue encontrada en un cementerio, tirada indefensa y convulsionando. A pesar de su estado crítico, se la llevaron mientras luchaba. La niña se encontraba en un estado terrible y necesitaba una transfusión urgente. La llevaron inmediatamente a una clínica donde permaneció bajo supervisión y tratamiento las 24 horas del día. Tenía sólo 2 meses de edad y pesaba sólo 3 kg.
Marisa nació en un cementerio y no fue el primer perro rescatado de allí. Fue colocada en una caja con oxígeno, recibiendo un goteo y todos los medicamentos necesarios para ayudar a estabilizar su condición. La presión y la temperatura fueron monitoreadas constantemente. Los médicos especularon que sufría una invasión helmíntica que podría ser fatal para ella. Le administraron medicamentos para eliminar las toxinas de su cuerpo y planearon tomar una muestra de sangre y repetir una ecografía de su cavidad abdominal.
A pesar de los tratamientos, el estado de Marisa no mejoró. Continuó con dificultad para respirar y no mostró signos de recuperación. Los médicos tuvieron que realizarle una transfusión, lo que entrañaba riesgos. Sin embargo, no tenían otra opción si querían salvarle la vida. La transfusión pareció eficaz y los indicadores de Marisa aumentaron ligeramente. Sin embargo, su temperatura subió a 40,5 y comenzó a tener dificultad para respirar. Los médicos sospecharon un envenenamiento y continuaron con el tratamiento.
El estado de Marisa empeoró y sus órganos empezaron a fallar. Los médicos le tomaron una muestra de sangre y planearon utilizar sangre de un donante para ayudarla a combatir la enfermedad. Fueron cautelosos porque en el pasado algunos cachorros presentaban reacciones alérgicas e hinchazón después de las transfusiones. A Marisa le dieron la sangre y su cuerpo empezó a responder positivamente. Sin embargo, la peristalsis no comenzó y su propia sangre no se produjo, lo cual era una mala señal.
A pesar de las adversidades, Marisa siguió luchando por su vida. Recibió múltiples tratamientos y los médicos hicieron todo lo posible para ayudarla a recuperarse. El estado de Marisa fue monitoreado de cerca y la alimentaron a la fuerza para mantener sus fuerzas. Tenía una probabilidad del 50/50 de sobrevivir y su cuerpo necesitaba comenzar a producir su propia sangre para sobrevivir. Después de más de una semana de tratamientos, la pequeña estaba estable y podía comer bien. Todos se sintieron aliviados y continuaron apoyándola con la esperanza de que saliera adelante.