Un árbol se alza alto, símbolo vivo de constancia, impermeable a las pruebas de la existencia humana, como la encarnación terrenal de una fuerza inmutable.
A veces, cuando estoy a solas con ellos, siento los árboles con alma. Algunos árboles hablan más claramente que otros. Cuando estuve en el oeste de Suecia descubrí que hay muchos pinos silvestres (altos en sueco). Son árboles especiales que suelen esconderse en lo profundo de los bosques, en pequeños afloramientos rocosos. Aquí hay un par de fotos de uno de mis favoritos sentado “como un avatar” en su propio espacio.
He visitado este árbol en particular con frecuencia en otoño. Al anochecer, la luz se hunde en el bosque y atrapa las ramas en un caleidoscopio de fragmentos desgastados. Aquí se ha convertido en un arco oscuro: se extiende sobre el suelo del bosque. Invitándote a pararte debajo de él.
Pero es más fácil fotografiar cuando el cielo está nublado o justo después de que se haya puesto el sol. Ahí es cuando aparecen las imágenes que ayudan a descubrir su personaje. No hay contrastes que distraigan la vista y se convierte en un ser gigante con los brazos extendidos sobre ti.
O, y esta última imagen es mi favorita, te invita a pasar entre los viejos tocones de árboles expuestos mientras espera –preparado, sereno, casi expectante– a que llegues ante él.